Ps. María Pía Napoleoni Espinoza.
En este escrito se hablará sobre la relación entre diversos factores que generan estrés post traumático como una interferencia en el desarrollo psíquico, invitando a comprenderlo más allá que un trastorno puntual.
Así, es importante comenzar señalando que el desarrollo psíquico posee metas, desafíos y aprendizajes propios de cada etapa de la vida, que logran llevar al crecimiento a la persona si ésta logra integrar dichos aprendizajes en su conciencia y en su vida. Por ejemplo, durante el primer año de vida el bebé se encuentra en una etapa en la que se espera que pueda desarrollar una confianza básica en la vida más allá que la desconfianza (Erikson, 2005) o entre los 6 y 12 años en que se encuentran en la etapa escolar, se espera que los niños puedan desarrollar la capacidad de laboriosidad más allá que un sentimiento de inferioridad (Erickson, 2005), en fin, podría continuar con la adolescencia y la adultez, pero el objetivo de este escrito es otro. Sin embargo, existe un factor esencial a lo largo de la vida de la persona que permite su desarrollo saludable de forma integral, y es el llamado apego seguro, que alude principalmente a la capacidad del ser humano de mostrar confianza en sí mismo, en las personas y en el mundo, porque ha tenido la experiencia contante de cercanía por parte de cuidadores o personas significativas que le han ayudado a satisfacer sus necesidades pudiendo formar relaciones saludables de reciprocidad a lo largo de su vida.
Comprendiendo aquello como base del desarrollo psíquico, también se vuelve importante entender que la persona al vivir experiencias que implican una emoción intensa que no es capaz de ser integrada por su conciencia (se disocia), es decir, cuando la persona atraviesa un hecho que irrumpe abrupta e intensamente en ella o en su cotidianeidad puede generar un estrés agudo o un estrés crónico generando una alteración en el funcionamiento y desarrollo saludable de la persona (Presley, 2022). Por lo tanto, cambiando esta vez no sólo los desafíos a los que se va enfrentando a nivel personal en diferentes etapas de su desarrollo, sino también en la forma de relacionarse con otras personas y el mundo impidiendo un crecimiento benéfico. Por ejemplo, generando desconfianza en el mundo y en las personas, dificultades en su proceso de atención e incluso de organización psíquica, entre otras.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué eventos pueden considerarse traumáticos? Apareciendo como respuesta: el abuso y negligencia infantil, abuso sexual, violencia en todas sus formas, accidentes, delitos, catástrofes naturales y provocadas, abandonos, pérdidas y duelos entre otros. De esta forma, el primer factor que conjuga en el surgimiento de un trauma, es el grado y permanencia de la exposición al elemento o situación traumática de la persona (Presley, 2022). Y lamentablemente las tasas de exposición más altas se hallan en el grupo de edad más joven según estudios norteamericanos (Presley, 2022).
Por lo tanto, la primera categoría que aparece del trauma es: agudo, crónico o por omisión. Jana Presley (2022) en su cátedra del curso en que me formé sobre estrés post traumático señala que el estrés agudo se relaciona más a hechos como accidentes automovilísticos, asaltos, ataques sexuales, disparos, desastres naturales, en general a incidentes específicos que ocurren en un momento determinado. Al mismo tiempo señala que se vuelve crónico cuando por ejemplo el abuso sexual, verbal o emocional, violencia doméstica o incluso violencia social, se transforma en una experiencia que se repite en el tiempo, es decir, su exposición al evento traumático es permanente (Presley, 2022). Y entonces finalmente habla de el trauma por omisión, que se trata de la ausencia de cuidados básicos e imprescindibles para el desarrollo sano del niño o persona, como la negligencia física o emocional, constantes disrupciones en el desarrollo del apego, un ambiente de crecimiento caótico y cuidados parentales deteriorados o dañados (Presley, 2022).
Todos estos eventos no son traumáticos porque cumplen un criterio diagnóstico, sino porque sobrepasan y abruman la capacidad del niño o del adulto de poder enfrentarlos (Presley, 2022) y también de integrarlos en su entendimiento. Al respecto Presley comenta:
Una definición es que son eventos que abruman, invocan un afecto negativo intenso e implican cierto grado de pérdida de control y/o vulnerabilidad. La experiencia del trauma es subjetiva y está ligada al desarrollo. (2022)
El aspecto subjetivo, quiere decir por ejemplo que el impacto del trauma es diferente en cada persona, y por lo tanto se relaciona de manera distinta, también influido por la etapa que el niño o adulto esté cursando en su vida y sus metas y desafíos consecuentes. Estas distinciones son muy importantes para el terapeuta, porque le permite conocer qué necesidades trae cada paciente y no generalizar. Por ejemplo - y aquí aparece un detalle esencial en la comprensión del papel del trauma en el desarrollo psíquico - las personas que sufren de trauma agudo en su mayoría, a pesar de su nerviosismo, son capaces de recordar y conectar con una parte de su vida diferente, en que se sentían seguras con confianza, donde aparece la sensación interna de que el mundo sí era un lugar seguro (Presley, 2022) y otras personas están seguras en él también. Esto marca una diferencia en las expectativas de vida de la persona en comparación a una que sufre de estrés post traumático crónico donde no existe tal recuerdo a nivel consciente debido a su exposición permanente.
A continuación, se presentan algunos factores que influyen en la complejidad del trauma según Jana Presley (2022):
a) El tipo de exposición (qué evento sucedió, como ya se comentó).
b) La edad y momento de desarrollo en que ocurre el trauma (también se ha comentado).
c) La cronicidad de la exposición traumática, es decir, qué tan permanente y penetrante fue dicha experiencia.
d) Si fue pública o se mantuvo en secreto y de forma reservada, esto también influye enormemente en una evolución crónica del trauma, pues no todas las personas tienen la oportunidad de hablar sobre ello y recibir apoyo o tener acceso a terapia.
e) Si contó con apoyo y de qué tipo.
f) Factores contextuales: fue dentro de la familia o comunitario, por ejemplo.
g) Presencia o ausencia de recursos protectores: nivel económico, vivienda, relaciones y cuidadores responsables, capacidad de afrontar el suceso etc.
h) Presencia o ausencia de riesgos y de vulnerabilidad.
i) Diferencias individuales, tales como temperamento, historia biopsicosocial, estilos de afrontamiento etc.
En fin, la mezcla o interseccionalidad de dichos factores forma vivencias del trauma de maneras muy distintas e influyen en el modo de evolución de su proceso de recuperación en la persona afectada y también en quienes la rodean. De esta forma, es importante al momento de recibir un paciente indagar lo que más se pueda, sin invadir el ritmo y espacio emocional e interno del consultante, sobre la historia personal antecedentes individuales y los factores que se han mencionado. Muchas veces se cree que para hacer esto, el paciente debe hablar detalladamente del suceso traumático y NO es así, de hecho, se corre el riesgo de re-traumatización. Es responsabilidad y habilidad del terapeuta dirigir, pero al mismo tiempo seguir la conversación que el paciente puede relatar en dicho momento y plantear hipótesis al respecto en su fase diagnóstica pudiendo confirmar en sesiones posteriores sus planteamientos en conversaciones que el consultante también sea capaz de sostener de forma más natural respetando su ritmo.
Es por esa misma razón que me parece inadecuado tratar de empujar la conexión emocional respecto al evento en cuestión antes del tiempo que el propio paciente necesita para hacerlo. Dicho en otras palabras, creo que la disociación (fenómeno psíquico del que se hablará en otro texto, provocado por el trauma) no debe forzarse hacia la integración, a través del timing del terapeuta, sino seguir el timing del paciente, ante todo. Es el respeto mínimo para brindarle un contexto de seguridad, amabilidad y sensación de protección tan necesaria en su caso y de su familia o círculo cercano.
Referencias
Bordignon, Nelso Antonio (2005). El desarrollo psicosocial de Eric Erikson. En El diagrama epigenético del adulto de Revista Lasallista de Investigación, vol. 2, núm. 2, pp. 50-63. Corporación Universitaria Lasallista Antioquia, Colombia https://www.redalyc.org/pdf/695/69520210.pdf
Presley, Jana (15 de Agosto de 2022). The Complexity of Adaptation to Trauma. En Program in Traumatic Stress Studies. Trauma Research Foundation, USA https://catalog.pesi.com/viewer/classroom/154377
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